La mañana apurada y fría, como siempre, exigía tener la mente bien puesta en lo que llevaría, talvez un sándwich de jamón y queso, o con aceitunas, ambas no requerirían de mayor preparación, pensaba, mientras me afeitaba. La hoja un tanto pasadita, no facilitaba rasurarse, pasé la mano dos y tres veces y noté que no cortaba nada, mientras el tiempo corría y buscaba una nueva hoja, gritaba que me calentaran solo quaker. La leche me había caído mal el día anterior. Mi madre, única mujer que podría aceptar tamaña exigencia, tenía listo el desayuno, y los panes. Uno comería allí y el otro a la maleta. Salí agradeciéndole con un beso en la frente y agitando la mano le decía hasta luego, mientras el auto raudo dejaba la puerta de la casa.
Los casi 35 minutos que me separaban del trabajo, los consumí sin mucha alteración, a pesar que las noticias siempre parecían el calco de ayer, accidentes en las calles y carreteras. Huelgas de los médicos, enfermeras y preparativos para las siguientes. Así, entre notas de deporte y espectáculo, acompañado de radio programas o CPN, arribé a la puerta del Centro Nuclear. No había venido solo una semana, y la sorpresa fue grande cuando el policía me comunicó que no podía ingresar pues, desde el último fin de semana se había declarado en reorganización la institución y se había declarado vacaciones obligatorias, en tanto demorase la decisión final de cómo quedaría la institución. Ante mi sorpresa, que seguramente mis ojos y gestos delataban, un policía me comentó que, la gente se había ido diciendo que probablemente serían reubicados a diversas instituciones del estado, pero que no perderían su trabajo.
Como si me hubieran subido a un platillo, desapareció mi conciencia por un momento, hasta que el policía que hablaba conmigo, tocándome el hombro se despidió sin que yo me percatara. Tratando de entender esta noticia, llamé por teléfono a un colega, trabajador del reactor, y me respondió que efectivamente se había dado la noticia por correo electrónico a las 3:45 pm, que por 30 días a partir de la fecha la institución quedaría en reorganización y que durante ese lapso se informaría oportunamente las medidas correspondientes. También me dijo que se había comentado muchísimo que la OTAN se iría al sector de Control, la planta de radioisótopos y calibraciones quedarían en el sector salud y el reactor con los 15 operadores pasaban a la universidad. El resto de personal quedaría en situación de reubicación en el sector público.
Sin preguntar más, y con el ánimo bastante maltrecho me senté en el borde de la vereda, al costado del ingreso al centro nuclear y revisé palmo a palmo, como si hojeara un libro, mis recuerdos del trabajo en el IPEN, casi todos alegres, desde el día que ingresé dando examen, las actividades en homenaje a las madres, los campeonatos deportivos, el conjunto musical, las movilizaciones, las exposiciones y las mediciones. Repasé imágenes de los amigos que se fueron del IPEN a diversos lugares del mundo y como algo inevitable derramé unas lágrimas por aquellos colegas, mujeres y hombres, que ya fallecieron, y como si me estuvieran viendo descendieron desde sus hogares inalcanzables y límpidos para consolarme y abrazándome por el hombro me dijeron que, es parte de la vida aquí en la tierra y que me esperan allá donde reina solo paz y tranquilidad.
Lima, 24 de septiembre de 2018
Lima, 24 de septiembre de 2018
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