Nuevamente vuelvo a tocar el tema de la crisis y la ciencia, pero esta vez para tomar como ejemplo a Brasil, y su situación. No vamos a descubrir nada si decimos que los países de mayor desarrollo en ciencia y tecnología han sido Inglaterra, Europa y Estados Unidos, y luego viene Japón. Pero recientemente digamos desde hace 30 años los países asiáticos se han encumbrado a niveles de distinción, me refiero a Corea, India y China en ese orden. Hasta allí, la historia parece inamovible, y no habría dudas. Sin embargo, en los últimos 10 años, algo “extraño” está pasando en Latinoamérica, en este ámbito, y es el crecimiento sostenido en ciencia y tecnología de Brasil. Entre estas novedades resalta la creación de un ministerio de ciencia y tecnología (lo dirige desde 2005 el físico Sergio Rezende), también es notorio el crecimiento en los indicadores de CYT, Brasil se ha ido ubicando paulatinamente en lugares de destaque en el escenario internacional, nos es poca cosa publicar 27 mil artículos en un año en revistas indexadas, lo que representa casi el 2% de la publicación mundial, posicionándolo en el lugar 15 entre los países. Cifras que superan a países antes tradicionales en este ámbito como Suecia, por ejemplo, está muy cerca de sobrepasar a Rusia, nada menos.
Se puede aceptar críticas cómo que la ciencia que se produce es muy académica y que le falta aproximarse al sector productivo, sin embargo se está viendo surgir en universidades líderes como Campinas el incremento de patentes y empresas de base tecnológica, cosa que se generalizará en estados importantes como Sao Paulo, Rio de Janeiro, Santa Catarina, Mina Gerais y otros a mediano plazo. Todo esto se ha alcanzado gracias a las políticas de los últimos 12 años. Y a un monto de casi 13 mil millones de dólares (1% del PBI) al año. La gente de ciencias y gran parte del empresariado, sabe que no puede haber ciencia aplicable a sus procesos, sin el apoyo y fortalecimiento de cada eslabón de la cadena productiva científica-tecnología. En los momentos de crisis, los presupuestos de ciencias no deberían ser afectados, incluso como ocurre en Corea y Japón, otros sectores fueron recortados pero en CYT se ampliaron. Igual señal da Obama, cuando entre sus integrantes hay destacados hombres de ciencia (ministro de energía, es el premio nobel de física 1997, S. Chu) y anuncia que va a duplicar el presupuesto en CYT en los próximos diez años.
¿Qué ocurrirá en el Perú?. No es difícil vaticinar. Me adelanto a decir que se va a reducir. Porque los años que han transcurrido en los últimos tres gobiernos (incluido el actual), no hay intención de fortalecer la CYT, simplemente porque sus cuadros partidarios principales son “iletrados” en ciencias. Es una pena reconocer que el 90% de los estudiantes que se formaron en ciencias en nuestro país, terminan residiendo en el extranjero luego de estudiar su posgrado, porque saben que las condiciones de un investigador son deplorables. Por ejemplo, el salario de un profesor principal (grado de doctor) en una universidad pública es de solo 1500 soles, con eso cómo podría atraerse a un investigador. Entonces nuestros jóvenes talentosos terminan prestando toda su capacidad en los países foráneos que le dieron oportunidades para vivir mejor. Todo el dinero invertido por sus padres y el estado en su educación quedó en beneficio del país que lo cobija.
Si el escenario del futuro cada día va a ser más dependiente del conocimiento, con las políticas actuales dependientes de las materias primas, vamos camino a la pobreza. Si se trata de propuestas: En lo político no hay duda que es necesario un ministerio de ciencia y tecnología, pero a nivel de primer piso y a corto plazo en las universidades las escuelas de ciencia e ingeniería deberían: asegurar que los estudiantes culminen sus cinco años con la tesis defendida, además hayan incubado una propuesta de autoempleo o empresa y también hayan culminado los requisitos para continuar estudios de posgrado aquí o en el extranjero. Estas medidas simples dentro de la universidad provocarían una revolución del conocimiento y competitividad. Similarmente para el caso de los institutos de investigación distintas a las universidades deberían constituirse en parte de laboratorios nacionales en cuatro áreas: energía, nanotecnología, biotecnología y ambiente, con sedes descentralizadas, y se modifiquen los dispositivos legales y planes de carrera universales de forma que las vacantes sean cubiertas por concurso público nacional e internacional, y con pleno acceso a estudiantes y profesores universitarios para que realicen investigación y desarrollo tecnológico. De este modo nos insertaríamos competitivamente en el escenario mundial de la ciencia. De lo contrario seguiremos cobijando una ciencia famélica y de elite.
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