Siendo este fin de semana (12 y 13 de julio) el último de las 5 sedes, que me tocaba visitar en el interior del país, dentro de mi trabajo de consultoría a la CAF y la USMP, me suscitaba cierta satisfacción y nostalgia a la vez, lo primero porque me permitiría conocer todas las regiones del país, y lo segundo porque terminarían mis viajes de “cronista” superficial, y con ello las posibilidades de compartir notas semanales sobre temas distantes del rugir cotidiano-capitalino, de la política y la farándula.
Con el anhelo de nutrir la mente y el corazón con los últimos sorbos de la realidad y cultura peruana, guardadas en los platos, las calles, las plantas, los mercados, las iglesias, las plazas, la música y las personas -de los lugares maravillosos que tiene nuestro Perú- nos embarcamos desde el moderno Jorge Chávez y después de casi dos horas de vuelo descendimos en el aeropuerto Pedro Cangas de la ciudad fronteriza de Tumbes a las 18:30 horas. Entonces, un aire tibio nos abrazaba en una cálida y amistosa recepción, los 25°C anunciados en la nave era la temperatura perfecta, para ir adaptándose al calor que seguramente sería fuerte durante el día.
Los pasajeros y visitantes conocedores del lugar, mientras recuperaban sus maletas, se apresuraban a untarse los brazos, las piernas, el cuello, la cara, las manos, con repelentes, cosa que uno no percibe, ni le presta atención, sino hasta cuando sales del aeropuerto a tomar taxis, allí los mosquitos y zancudos te reciben con picaduras inamistosas, compitiendo “pico a pico” con las hordas de chóferes que se te abalanzan por llevarte a la ciudad. Nuestro taxista, durante el camino, nos comentaba que esos bichos se deberían a que cerca están campos de arrozales donde abunda agua empozada, pero en la ciudad no ocurriría eso. Luego de 30 minutos a través de abundantes árboles de algarrobo, de tamaño mediano, ingresábamos a la ciudad vía la avenida principal llamada Tumbes, que es la continuación de la carretera panamericana norte. Los abundantes mototaxis, automóviles, restaurantes y tiendas iluminados con luces multicolores, anunciaban que la actividad principal es el comercio, un lugar especial de transito e intercambio de productos entre Perú y Ecuador. Luego de algunos intentos, nos establecimos en un hotel, agradable, decente, el Hotel Feijoo, de la calle Bolognesi, a una cuadra de la plaza mayor, los 70 soles por noche, para una habitación simple, con aire acondicionado producido por un equipo bullicioso, incomodo pero necesario, sin desayuno incluido, nos pareció excesivo. Nuevamente nos quedaba la impresión del poco buen trato al turista en muchos lugares del país, a pesar de la amabilidad y tonada norteña que advertimos en los jóvenes que nos atendieron.
Como lo habíamos observado en las diversas plazas de las provincias, aquí también la plaza mayor - o plaza de armas o plaza del Gran Chirimasa (en homenaje al Príncipe Tumpis, fundador de esta ciudad)- reune a los habitantes que se dan cita para caminar, conversar y a los jóvenes a entablar conquistas amorosas. Mientras tanto, los niños juegan en el amplio piso de losetas limpias y brillantes, que no habiendo fuente de agua en el centro, la convierte en un gran auditorio, un extenso teatro al aire libre, que se ve complementado con el escenario y concha acústica construido para este fin. Tal como ocurrió el viernes por la noche, con el aniversario de un colegio, que presentó a sus alumnos interpretando, danzas, cantos y poesías, todo muy entretenido, pero con un volumen demasiado alto, incomodando a los asistentes a los restaurantes, bares y en especial a los fieles de la iglesia catedral. Mientras el bullicio colmaba la plaza, en el restaurante “Gustitos” recomendado por el hotel, saboreábamos un riquísimo filete de lenguado y luego un picante de mariscos. Para el día siguiente y con el sol a punto postergamos el ceviche de conchas negras, plato representativo de Tumbes, de la misma forma que lo son otros, basados en productos marinos. Aquí vale la pena decir, !!del mar la olla!!. Los precios no eran nada cómodos, cada plato costaba 20 soles, imagínense, si el costo de un ciento de conchas negras, nos comentaban, es de solo 20 soles, y un plato no trae mas que una docena, qué ganancia.
Buscando información sobre Tumbes, preguntábamos por librerías, sin embargo nos fue imposible hallarlas, en el formato de una librería de Lima. La mayoría de las denominadas librerías solo son para la venta de útiles escolares y de oficina, no hay libros, por ello, nos sorprendió gratamente hallar la tienda llamada, Feria de Libros, en medio de los vendedores de CD, DVD, de música y películas. La tienda era grande, comparada con tiendas similares en provincias, era la versión provinciana de las librerías Ghandi mejicanas. Lo destacado de ella es que hay todo tipo de libros, desde escolares, preparación preuniversitaria, chistes clasificados, decoración, poesías, literatura, pensamientos, repostería, hasta los consagrados como Vargas Llosa, pero todos en versión muy simple, tanto en la calidad del papel cuanto en la pasta, parecían “piratas”, de otro modo no podrían costar 2, 3 o 5 soles, el mas caro no pasaba de 20 soles, de modo que con 50 soles salimos muy bien reforzados. Sin embargo me pareció estupendo esta forma de poner libros de cierto nivel al alcance de los sectores de bajos recursos, aún cuando las asociaciones de autores apelen a las reglas del mercado formal y exijan pago por derechos de autor, presumo o casi estoy seguro que los propios autores aceptarían que es mejor que los lean y, que si no pueden pagar ciertos sectores de la sociedad se les regale o accedan gratuitamente. Lo que realmente importa es que el pueblo se informe y sea mas instruido y con ello se facilitaría el movimiento de la rueda virtuosa de educación, desarrollo y gobernabilidad democrática.
En este rápido recorrido por la ciudad de Tumbes, lo que más me llamó la atención por su autenticidad y novedad, no fueron los sabrosos potajes marinos ni ceviches ni parihuelas, sino las poesías denominadas Cumananas, jamás las había escuchado. El nombre se me había gravado cuando pregunté a los alumnos sobre expresiones culturales auténticas. Leyendo el material que dispongo, me entero que son una forma de componer poesías, originarios en los cantores rurales de Piura y Tumbes, ellos las construían mientras arriaban sus animales, montaban acémilas, festejaban aniversarios, reuniones, discusiones y luego al hospedarse en las diversas localidades las difundían e intercambiaban. Estos cantos recibieron diversos nombres: décimas, tomadas, versadas, cantadas, negradas, arrieras o lisuras. Efectivamente las madres la consideraban lisuras, por lo que prohibían aprenderlas a sus hijos. Si alguien duda de esta calificación extrema, lean la siguiente tomada:
El que pobre y cojudo,
ese al cielo no va;
lo joden aquí
y lo joden allá.
Las Cumananas son una manera de comunicarse en esta zona, como lo sería el Huaylas en Huancayo, el Yaraví en Arequipa o la Chuscada en Huaraz, es el habla del poblador del campo. Ellos expresan su concepción de la vida, talvez distinta a la nuestra. Sus expresiones son simples pero muy sinceras:
Señor, no sé ler ni escrebir
con mi memoria luyecho,
con mi pensamiento digo
lo que siento en este pecho.
A modo de conclusión tenemos que reconocer que hay mucho que aprender de la sabiduría popular, Tumbes nos espera y que, no solo es Punta Sal, Puerto Pizarro, Mancora o Zorritos, también es poesías, leyendas y Cumananas. Visitémosla y deleitémonos con toda su espléndida cultura.
Para finalizar y cerrar el Zaguán les dejo con estas Cumananas.
Quién me quita que te quiera,
quién pone dominio en mi:
si para servirte nací
a pesar de cualesquiera
Del norte te vengo a ver,
cruzando el ancho mar,
al verte a otro queriendo:
triste me pongo a llorar.
Silencio pido al silencio
para silenciar mis males
porque en ciertas ocasiones
el silencio es el que vale
Si algún comprador intenta,
la flor de vuestro corazón:
dile que compre otra flor
que la tuya no es de venta.
Tumbes, 13 de julio de 2008
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